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El videojuego psicodélico de PlayStation que en realidad era un proyecto artístico que nadie entendió

También, por otro lado, ¿qué esperabas de un juego llamado LSD?

El videojuego psicodélico de PlayStation que en realidad era un proyecto artístico que nadie entendió
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Randy Meeks

  • 10 de abril de 2025
  • Actualizado: 11 de abril de 2025, 5:20
El videojuego psicodélico de PlayStation que en realidad era un proyecto artístico que nadie entendió

Terminas un juego. Y mientras pasan los créditos, no paras de pensar “¿Pero qué acabo de ver?”. ¿Te ha pasado? Normal: a veces, los desarrolladores tienen una idea tan clavada en la mente que, a fuerza de modificarla, acaba siendo una absoluta marcianada. Argumentos sin sentido, gameplay imposible de escrutar, pantallas tan complejas que no parecen creadas por ningún ser humano. Pues ninguno, por bizarro que sea, llegará jamás al nivel de LSD: Dream Emulator, un juego de PlayStation que, como su propio nombre indica, fue todo un viaje.

A soñar con los angelitos

Para entender LSD: Dream Simulator primero hay que conocer a Osamu Sato, un artista japonés de 64 años que en toda su vida ha grabado 13 discos -con títulos como Lucy in the sky with dynamites o Multiple personality-, realizado varios libros de arte e ilustraciones, expuesto en todo el mundo e incluso hecho distintas instalaciones de vídeo artísticas. Lo que viene siendo un hombre del renacimiento, vaya. Pero, a diferencia de muchos coetáneos, Sato se tomaba los videojuegos muy en serio.

Tanto, que en 1994 creó (con todas las de la ley: fue director, guionista, productor, artista y compositor) su primer título, Eastern Mind: The lost souls of Tong Nou. Esta aventura gráfica apareció para Mac y Windows, y trataba sobre un hombre que había perdido su alma, y debe encontrarla en 49 días. Los críticos no lo acabaron de entender, calificándolo como “inquietante”, pero vendió lo suficiente como para justificar una secuela el año siguiente, Chu-Teng.

Desde entonces, lanzó varios títulos de nicho para instalaciones artísticas hasta que en 1998, por fin, tuvo su gran oportunidad: Asmik Ace, distribuidora de juegos míticos como Altered Beast, Civilization y Shinobi, quería producir su siguiente obra artística, un título para PlayStation que el propio creador rechazaba como videojuego. Bien empezamos.

¿Videojuegos? ¿En una videoconsola? ¡Jamás!

Para Sato, la PlayStation no era un lugar en el que jugar videojuegos, sino un medio para crear arte y música. Como suena. Para él, tanto Nintendo 64 como Sega Saturn se habían quedado atrás porque se veían a sí mismas como empresas de juguetes, mientras que Sony tenía un conglomerado detrás que seguro que entendía sus intenciones de artista. Aunque en el fondo, según ha reconocido, todo era mucho más prosaico: quería hacer un juego para los que, como él, fueran unos inútiles jugando.

LSD: Dream Emulator no tiene objetivos de ningún tipo, sino que es más bien un paseo por el mundo de los sueños, por así decirlo. En primera persona, el jugador explora diferentes escenarios en tres dimensiones durante diez minutos, donde puedes hacer… Bueno, poca cosa. Puedes observar lo que hay, cambiar de lugar, no importa: tras el periodo de tiempo estipulado el personaje se despierta, y solo hay dos maneras de que lo haga antes: muriendo o interactuando con algunos objetos en particular. Apasionante, ¿eh?

La cosa es que, poco a poco, el juego se va volviendo más y más psicodélico, a medida que las texturas cambian, se añaden fondos y puedes viajar a otros sueños que has tenido. Una absoluta locura de la que es imposible no salir pensando o bien que el arte está vivo, o bien que tú con God of War te lo habrías pasado mejor. Para sorpresa de nadie, LSD fue un absoluto fracaso en Japón, ni siquiera llegó a salir en Estados Unidos (para dolor de su autor, que pretendía que saliera junto a Eastern Mind) y pasó al olvido. Bueno, más o menos: Sato ha sacado algunos discos con su banda sonora, para la que creó más de 500 arreglos, y permanece en la historia de los poquísimos juegos alucinógenos que se han creado.

LSD era impredecible, extraño, imposible, y al mismo tiempo adelantado a su tiempo: puede que en 1998 no fuera tan normal un juego “de pasear”, y mucho menos en un ambiente tan enrarecido, pero hoy por hoy se habría abrazado como un indie de primer nivel. Por su parte, el autor lanzó dos juegos más para PlayStation, Tokyo Planet Planetokio (1999), que sí era un título con batallas contra jefes y más a la antigua usanza, y Rhythm N Face (2000), en el que había que crear caras con fichas al estilo Tangram al ritmo de la música. Después, Sato se dedicó a sus cosas y a día de hoy sigue creando, aunque no parece que le vayamos a ver pronto trabajando en PS5. Y es que los viejos artistas nunca mueren.

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